Vínculos emocionales que hacemos con la comida

“Si no te portas bien te quedas sin cenar” “Si haces los deberes te compro caramelos”, “si comes el helado luego espero que cenes”

Frases como éstas las hemos oído en nuestras casas por parte de quienes nos cuidaban cuando éramos pequeños. Seguramente después las hemos usados nosotros mismos con nuestros hijos. Y es que es desesperante el hecho de que a veces los hijos no coman bien o no quieran probar algo nuevo, tan desesperante que ya recurrimos a lo que haga falta (al chantaje si es necesario) para que nos obedezcan.

No voy a juzgar los métodos educativos de ningún padre o madre, pero sí voy a comentar cómo este tipo de conducta puede crear una mala relación con la comida desde muy temprano.

Al igual que se crea un vínculo con el osito de peluche que dormimos, cuando somos niños creamos vínculo con todo. Es nuestra manera de relacionarnos. Y los vínculos sólo pueden ser positivos o negativos. No hay vínculos neutros. Aprendemos a comer mejor o peor dependiendo de cómo nos eduquen y de la relación que nuestros padres creen con la comida. Imitamos sus conductas y observamos todo lo que hacen.

 

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Las prisas, las largas jornadas laborales, las horas extra fuera de casa, nos dificultan llevar a veces una alimentación rutinaria y equilibrada, y cuando tenemos hijos esto empeora. Porque o les damos dinero para que ellos elijan qué comer o compramos cosas congeladas para ganar tiempo o comemos fuera, aunque implique un gasto, con tal de no cocinar.

Y poco a poco se van creando hábitos cada vez más difíciles de extinguir. Usar la comida como premio y/o castigo es contraproducente. Porque la comida pasa a ser un objeto deseado u odiado, y no se ve como algo que puede afectar a la salud. Pasa a ser un objeto de conflicto, con el que voy a tener una relación de amor-odio.

Errores que no se deben cometer en la educación alimentaria:

Irse a la cama sin cenar: un niño no debe pasar hambre. Es cruel. Tenemos que hacer 5 comidas al día, tanto adultos como infantes. Si quieres castigar una mala conducta hazlo con otra cosa que se pueda medir: número de horas de salir a jugar, número de horas de ver la tv, o reduciendo el dinero de la paga mensual.

Si te comes todo, habrá postre: mejor eliminar el postre. De entrada no debe haber postre. Es un exceso de azúcar. El niño tiene que comer para nutrirse, no por una recompensa de un postre. No digo que jamás puedan comer cosas dul

ces, pero que sea algo esporádico y con motivo especial, (un cumpleaños, cena de navidad etc)

Los mayores tienen derecho a comer más: no es cierto. Cada uno debe comer hasta que esté satisfecho. No de más, y no de menos. Así se educa al cuerpo a saber cuáles son los límites.

Los pequeños de la familia son los últimos en elegir la comida: Esto tiene connotaciones de bullying. El hijo menor no tiene culpa de ser el menor. Y no debería haber desventajas por esto. Todos tienen (en principio) los mismos derechos y obligaciones.

La abuela cariñosa que regala dulces: es sabido que algunos abuelos malcrían a los nietos, y se dice popularmente que para eso están. Pero cuidado. E

s mejor si hay un acuerdo con los padres y no dan cosas a espaldas de éstos. Si no, se asociará a la abuela con papa Noel, y no es el punto.

– Cuando mi hij@ está triste le hago su comida favorita, así se le pasa: en este caso se asociará la tristeza con comer rico Y cuando el niño vaya creciendo y esté triste, irá a comer algo que le guste, y seguramente no será algo muy saludable. Será algo con altos niveles en grasa o azúcar porque es lo que más rápido alivia la sensación de tristeza.

Si sigues comiendo así, engordarás y te verás mal: el caso contrario es tener una visión negativa hacia la gente con sobrepeso y ser muy perfeccionista en cuanto al físico. Exigir a los hijos tener un cuerpo 10, hacer deporte en exceso y c

uidar demasiado su alimentación, puede degenerar en un trastorno de bulimia o anorexia. Llegamos a estos límites para tener satisfechos a nuestros padres, y descuidamos nuestra alimentación cuando somos mayores.

Cómetelo todo, es de mala educación dejar comida en el plato: esto genera mucha ansiedad. Algunos padres o abuelos que pasaron hambre en su infancia o que no tuvieron comida en abundancia, tienen la creencia de que la comida es sagrada y es un pecado desperdiciarla. Este mandato se trasmite a los hijos, quienes no pueden llegar a disfrutar de la comida al cien por cien porque saben que tienen la obligación de terminar todo lo que está en el plato. El comer “por si luego no hay más comida

” o para no pasar hambre más tarde crea una obsesión con la comida que puede llegar a generar problemas de bulimia o ansiedad.

Tenemos que hacer un esfuerzo porque la tv y los comerciales no ayudan. Los niños ven cosas en la tele que son muy llamativas, se ven deliciosas y a veces traen hasta regalos si lo compras. Pero ahí está la destreza como padres, aprender a equilibrar sus demandas o que creemos que es mejor para ellos.

La mejor manera de crear una educación alimentaria es simplemente comer sano, sin usar la comida como premio o castigo. Pueden darse caprichos de vez en cuando pero no abusar. Ya se sabe que todo en exceso es contraproducente. Y si se puede, Esto es importante para asociar la hora de la comida con un momento agradable de convivencia, en el que los unos sabemos de los otros. Éstos son los vínculos que unen a las familias.


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